Atardeceres de confesiones.
A hora que el tiempo cambia, bajan las temperaturas, las calles se inundan de hojas y el cielo se vuelve más difuminado, es cuando llegan a mí, las confesiones de mi corazón. Ese músculo que en más de una vez, me juega malas pasadas, que a veces me ralentiza y, otras, me acelera sin aparente motivo físico.... Ese órgano que se mueve al son de los sentimientos y que nos confiesa mediante punzadas de morse para que descifremos, unas veces antes, y otras después, ese mensaje encriptado pero que llega desde el lugar más profundo de nuestro cuerpo perfecto. Hoy, justo cuando el otoño hace su entrada sigilosamente, este corazón me ha revelado más claramente que nunca, cómo me encuentro por dentro. Ha sido en mensaje que ha llego con el frescor húmedo de las primera gotas otoñales, utilizando como trasporte ese viento que es antesala de las primeras lluvias y que nos estremece poniéndonos los vellos de punta. Extraordinario como él mismo, enigma solucionado de forma natural