Camino rodado

Tarde de viaje en bus hacia el origen de mi vida, mi ciudad natal me espera.

Ante mí tengo cientos de kilómetros por delante generando ansiedad en el reloj digital de mi móvil.

Mi cordura llama al sosiego cogiendo un libro entre mis manos y leyendo muy lentamente el título. 

A mi alrededor algunos se preparan para echar una siesta, otros con los cascos a todo volumen, hacen que lleguen hasta mis oídos las notas musicales mezcladas con las charlas de otros ocupantes... una mezcla multicolor llena de alboroto dentro de un vehículo y con un único destino...

Vuelvo a leer el título y me dispongo a abrirlo con interés... la primera página se muestra ante mis ojos...es el prologo, escrito por la propia autora, me parece revelador sobre la cercanía y carácter de un personaje al que ya tengo cariño y admiración. No sé por qué cogí ese libro y no otro. Supongo que no me apetecía un relato imaginario y opté por algo real de nuestros días, algo que me enriquece y que potencia mis inquietudes por adquirir nuevos conocimientos.

Comenzando lentamente y haciendo un esfuerzo por aislar mi concentración del mundal ruido del autobús  fui pasando las hojas. La realidad descrita en palabras sencillas e inteligentes fueron construyendo un mundo a su imagen y semejanza, pinceladas de mi vanidad y antojo.

Poco a poco me olvidé de todo, los minutos pasaban inadvertidos para mi sentido, solo las hojas llamaban mi atención, de manera que ya no leía lentamente, sino de forma voraz con una concentración a base de bombas y con el único fin de beberme toda la información contenida entre las páginas de ese inocente libro.

Cuando de pronto, desperté de mi concentración... el conductor del bus anunció la llegada a mi destino... cerré lentamente el libro, le eché una última mirada y me dispuse a bajarme, dispuesta a dejarme acoger por mi familia y la ciudad a la que tanto quiero. Una vez más.... estaba en casa.