Lloviznas coronarias

Hoy, leyendo una tarde de lluvia de mi querida amiga Erato, ha provocado en mi interior un conjuro donde ya comienza a llover.
¿Temores infundados o creados?. Los sentimientos se debaten entre sí, confundiendo si tienen fundamento o son figuraciones fantasmales de una tormenta inesperada. Mi interior suspira por una respuesta con sentido. Pero ¿es el sentido el arma más apropiada para encontrar esas respuestas? Quizás lo que tenga que hacer es sucumbir ante el tiempo pues siempre pone las cosas en su sitio. El único impedimento es que mi corazón es un buscador incesante de respuestas y no es paciente en la espera cuando todo fluye a la rapidez de la luz.
No dejo de decirme una y otra vez la suerte que tengo. Estoy creando mi propio camino, mi destino, ese que tanto he estudiado y sufrido, no sólo lo estoy creando sino que lo estoy viviendo. El amor invade mi corazón, la ternura me visita todos los minutos del día y las neuronas reciben dosis de cariño por doquier.
Tarde lánguida, tarde escabrosa que a pesar de tenerlo todo, aparece esa fisura que empieza a engangrenar todo lo que toca. 
¿Y si todo es producto de la tristeza y melancolía de este atardecer frío y lluvioso? Esos mismos que apuestan siempre por el pesimismo como caballo ganador. Peste infinita que hace que todo muera y se convierta en materia gris.
Mi dulce caminar en esta tarde otoñal pasa por mi vida, sembrando no sé qué, sin saber cuánto recibiré y que nuevamente, el tiempo es el único ganador de una respuesta aclaratoria.
Así que, me dispongo en mi mecedora, sentada frente a esa ventana que se ha abierto bruscamente y saboreando un delicioso y  humeante café en mi paladar descolorido.

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