Imaginando mi ciencia ficción

Aquella tarde, lánguida de verano...cuando una floreciente adolescencia se había instalado en mi ser... estaba tumbada en un colchón de espuma, en mi azotea, viendo el cielo y las pocas nubes que se paseaban con parsimonia ante la mirada templada de mis ojos.

Llevaba un par de horas leyendo...por aquel entonces mis temas favoritos eran de ciencia ficción. Cogía a escondidas de mi madre, los libros de mi padre. A ella no le gustaba que leyera porque me apasionaba tanto con lo que leía que olvidaba todo aquello que decía ella o que tenía que hacer. A  mi padre también le inquietaba la ciencia ficción, leía sobre estrellas, planetas, mundos imaginarios, seres con un solo ojo, naves veloces surcando las estelas de polvo de nuestra galaxia.... Todo un mundo desconocido al alcance de unas páginas.


Parque Natural de Corrubedo
Estaba reposando todo lo que había leído esa tarde. Miraba al infinito celeste del cielo de mi azotea... e imaginaba e imaginaba hasta que poco a poco se vencían los párpados y me sumía en un ligero sueño abrumado por el sofocante calor a la sombra de un diminuto rincón de la azotea.

Mis sentidos dejaban de existir y se entretenían con abanicos de mundos interpuestos que giraban sobre mi alrededor. Yo, una espectadora de dichos mundo, intentaba escudriñar el significado de sus movimientos y sus acciones, preguntándome si sabrían que yo les observaba.

Es increíble cómo me transportaba a esos mundos mágicos donde todo era posible, donde yo era el eje de ellos, donde el amor surgía de la esquina más inesperada y que me perseguía y perseguía hasta que cedía a sus intenciones encandilada por sus maquinaciones empalagosas que despertaban el corazón ebrio por la siesta.

Un despertar demasiado brusco. El corazón acelerado. En una fracción de segundo, analicé de principio a fin todo lo que había soñado. Intentaba descubrir qué parte de él me había sobresaltado y me había acelerado el ritmo de aquella manera.

Indudablemente, fue el amor... un amor desconocido en esta adolescencia de desniveles pero que lo sentía dentro y estaba deseando que corriera libre por las calles de mi ciudad, mostrarlo al mundo y dejarme llevar por los sentimientos engrandecidos de puntos incandescentes de fuego vivo.

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